Historia Cyberpunk.

¡Soy un dios!

Ajusto las botas de cuero a mi pierna mientras pienso que la habitación hoy me parece más gris y real que de costumbre. El espejo juega a revelar el monstruo que dibujan las facciones de mi cara mientras cardo mi pelo. “¿De qué te ríes estúpido? Cállate ser deforme e irreal, hoy yo no soy tú, hoy volveré a ser un dios...”

Siempre me han gustado los parones que sufre el viejo metro, me hace pensar en un alma que moviéndose por la oscuridad de la vida se detiene a contemplar, a aspirar, a vivir verdadera realidad en dosis de instantes congelados. “Hoy voy a ser un dios, hoy yo también me pararé como tantas otras noches en ese túnel de la existencia.” La risa provoca miradas de odio, pánico, ignorancia, mofa, burla, desprecio y amor en aquel pequeño habitáculo. “Mis negros y pecadores labios no mienten, escoria.” “Sois sólo sombras de marcas de calzado, un recuerdo ensoñado de aquel gesto estúpido de la reproducción, lo más bajo y rastrero del mundo más profundamente irreal.”

Recorro ese encantador suburbio de NeoCity, “jodidos hijos de puta anclados al pasado”. Mi cara de payaso se deleita con las luces que alumbran los muros medio derruidos tintados con el “arte de la calle”, sé que en unos instantes serán todo un show de ritmos que se cuelan en los sentidos de esta cabeza inmaterial que ahora tengo. Sí, eso que ven mis ojos es la zona derruida, pero yo siempre he mantenido la idea de que sólo decoraron un poco el espacio-tiempo recordando la divertida sensación de convertirse en polvo a todos aquellos majaderos. “Debo de comprar una bomba para adoptarla entre mis brazos, para hacerla el amor al anochecer...”

Me doy la mano con el tío de cabeza rapada, yo le ofrezco un trozo de papel de color verdoso, él me otorga el don necesario para caminar seguro por lo irreal, con una mirada siempre puesta en mi hogar. “Ya lo dije, hoy seré un dios.”

El místico don recorre mi sangre, el mundo gira al compás de mi corazón. “¡Qué entrañable resulta el cartel de la entrada a AfterLife! Creo que me casaría con él sin dudarlo” Sus electro espasmos de neón me producen imaginarios cosquilleos en el bajo vientre. "¿Es hermosamente dulce este ensueño de la humanidad, verdad?"

Destellos, miradas y brutales voces se clavan en mi cerebro. Vuestros movimientos son bugs en este entorno gráfico, mi cuello gira entre la marea eléctrica. Sólo busco bucles de eternidad. "Si me miras, te archivaré en mi base de datos, mi dulce marioneta. Dame una copa.” “¿Hay algo más hermosamente irreal que notar frío en el interior de nuestras entrañas imaginarias? Oh, sudor de dioses, arritmias de sin razón que hablan a través de imperfecciones en la visión.” Mi infernal risa cuenta leyendas sobre mi alma dormida, “¿soy el titiritero o la máquina de costura que fabrica el universo de trapo?” Ahí la veo, es la sirena de cuero y porcelana que nada en el acantilado. “Tus ojos, zorra, me producen deseos de orgasmos cibernéticos.”

Ya han caído infinitos tragos del licor, los flashes de libertad deforman la estancia, el sonido atrapa las mentes y yo sólo imagino lamer ese cuerpo de fulana hasta matarte. La saliva de mi beso traspasa la información necesaria. “Te espero en el Paraíso”

“Ya es suficiente.” Salgo de ese rincón de pecado y me visto de nuevo con los colores de las calles nocturnas. Grito, blasfemo y escupo a la cara amargada de la ciudad. “Tengo una cita con el óxido” es mi estandarte favorito. Es hora de volver a casa, es hora de ser real.
Los barrotes carcomidos me reciben con pasión. El disco metálico que enseño a aquel tipo le obliga a reverenciarme ¿o sólo me araña la razón con sus ojos de cartón? “Me es indiferente, soy un dios.”

Me paseo por el viejo corredor acolchado con los gritos que producen los cables de red y vuelvo a recordar el sonido de la libertad. “Hoy vuelvo a casa”. La última sala es mi lecho, cierro la puerta, no quiero voyeurs que se diviertan corrompiendo mi cuerpo mientras viaja por el sendero.

Los cables en forma de aguja se clavan en mis brazos. La erección de deseos se acerca. La camilla mantiene en el aire mi cuerpo santificado. El casco penetra la carne, hace sangrar mis sesos. El visor anuncia la buena nueva: “Bienvenido al Paraíso, bienvenido a la realidad.” Marcho al compás de mi risa. “Hoy soy un dios.”

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Tras horas caminando por la felicidad me encuentro con aquella dulce joven y la hago el amor durante horas entre frondosos bosques. Sí, estoy vivo, soy un dios eterno de visita en mi hogar. Esta es la verdadera realidad.

Hay un fallo en la conexión, el mundo se detiene y mi cerebro entra en coma. El Paraíso se resetea. "Lo siento princesa, he eyaculado antes de tiempo. Pero, aunque sea por última vez, hoy he vuelto a ser libre, hoy he vuelto a ser un dios.”